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Publicado el 27 septiembre 2019 | por Arturo García

Comenzar, crecer, avanzar

 

Solamente a la vida humana se le pueden aplicar estas palabras. Donde hay personas hay un comienzo, un crecimiento. Pero nunca hay un final. Naces, creces, avanzas… y es todo tan hermoso que nunca hay un final: hay plenitud.

Nunca creí que tendría que despedirme de esta parroquia. Pero ha llegado ese momento. Despedirse es dolor, pero es parte de la vida y del crecimiento. Sales de un lugar para seguir plantado en otro lugar con gente,  con raíces nuevas, con el mismo Dios que lo lleva todo.

Siento dentro una gran paz y una profunda gratitud por  todos aquellos  a quienes se me ha regalado poder compartir la vida; por tantos encuentros y amistades; tanta oración y tantas lágrimas; tantos deseos y tantos cumplimientos. Por el don de ver crecer a la gente: la gracia  de plantar el Reino de Dios; anunciarlo y recomponer las vidas quebradas o rotas con la suave caricia del perdón de Dios. Gratitud por haber recibido tanta alegría y esperanza de la vida de los jóvenes y niños; por la sed de las familias de ser buenos, de animarles a tener esperanza en sus hijos en crecimiento; por el don de perdonarse los esposos; por intentar de nuevo recomponer lo que se ha roto, por  la espera y la paciencia de los enfermos y mayores, por el amor delicado y comprometido con los últimos, por la alegría de ser hermanos recompuesta por Dios en cada Eucaristía dominical. Por los sacerdotes jóvenes a quienes he podido acompañar y que me han contagiado su vitalidad y esperanzas, su fe y su constancia en el servicio.

Vivir en esta comunidad ha sido para mí y es una riqueza desbordante que Dios me ha  regalado: a los que he comprendido y los que no; de los que no he sabido amar como se merecen, a los que pido clemencia conmigo. Y aún más importante: no me cuesta pediros perdón por lo que he hecho mal; porque me he precipitado o he complicado las cosas; por no haber sido buen ejemplo para algunos.

Siento a Dios palpitar en esta despedida. Siento como lo más grande de mi vida el haber sido llamado por El. Y la misma Voz que me llamó para venir, me pide ahora salir. La misma. Pero me lo llevo todo: tanta gente con grandes deseos de hacer de su vida un servicio a los demás y una entrega a la causa del Señor.

Es hora de recibir a D. Jesús, el nuevo pastor, el nuevo párroco de La Asunción. Siento envidia sana de  tanto bien como le espera. Se lo daréis sin duda porque amáis a la Iglesia y a sus sacerdotes. Porque sabéis acoger y acompañar. Nunca dejaré de rezar por vosotros y de dar gracias a Dios por haberme elegido y haberme enviado. Os recibiré siempre como hermanos y amigos en la Parroquia de San Valero de Valencia. Termino diciendo lo que he oído decir a tantos buenos cristianos de Torrent: ¡Aquí estoy! ¡Hágase!

Es la misma palabra de María ante la propuesta de Dios para que El viniera a este mundo. Y espero que la última mía  sea un cumplimiento: «Hágase tu voluntad».

Vuestro cura, Juan José.

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